Mi regalo (para el que quiera aceptarlo)

Me siento enteramente físico
y enteramente espíritu.
Estoy aquí, ahora, así…,
extendiéndome.
Dedicando mi vida a la vida.
Aunque mi asombro viene de lejos,
acabo de saber que tiene su origen
en este don universal y mio
que consiste en ser tocado cada día
por la visión del sol.
Él, ‘el don’, me permite ‘ser’
cada segundo en la vigilia,
desde que amanece,
y después, en el sueño, soñar
que si todavía a mi edad
no soy un viejo, nunca lo seré.
He tardado muchos años
en sentirme tan joven
enamorado de las cosas pequeñas,
de los actos sencillos,
cotidianos, perfectos…

Aquí llega el sol, ese prodigio cotidiano

El anuncio de la luz me movilizó segundos antes de que el más mínimo indicio fuera todavía visible. «Aquí llega el sol, la estrella y también el símbolo». Eso fue lo que pensé para, a continuación, inspirado por una especie de numen inefable, pronunciar en voz sonora la letanía de sus muchos nombres: «Estandarte donde se refleja el universo. Mensaje indescifrado del cielo. Señor tiránico y magnánimo del clima. Humilde servidor del día. Dominador de las tinieblas. Reloj de los ciclos de la vida. Principio de conocimiento. Triunfo del bien y de la luz. Don de la fuerza. El que abrasa y revive, urde todas las primaveras del mundo, hace estallar el verano, endurece el trigo y engendra el pan, madura la uva, salva y mata, besa y muerde, comparece y huye… Orbe que gobierna un sistema de planetas y también la llama mínima que ilumina un espacio tantas veces vacío, escondido, entre luces y sombras, muy, muy dentro de cada ser… «Vierte sobre mí, dentro de mí, aunque sea uno de tus millones de rayos centelleantes” ».

Con toda y con esa prosopopeya, a menudo me había pasado inadvertido. ¡El sol, invisible! ¿Dónde se había visto? Su luz era ese prodigio cotidiano que, como a mi propia persona, había venido descontando del catálogo de lo admirable simplemente porque estaba ahí, permanentemente asegurado. La voz regresó aludiéndome claramente, de manera que ya no me quedó ninguna duda sobre su existencia y su intencionalidad. «Pero, recuerda, si no te asombras por el sol o por ti mismo, nada podrá causarte nunca asombro». Por eso me dispuse a salir a su encuentro. Con todas mis fuerzas deseaba experimentar ese sentido del misterio que todo ser humano persigue y que la mente por sí sola no puede comprender. Recibir aquel sol de primera mañana, el día del solsticio de verano, sería una forma de vincularme al milagro de los cuerpos celestes alineándose con esos otros terrenales cuerpos de carne y hueso, sangre y savia, espíritu e instinto. Iba a manifestar mi orgullo por ser uno de esos seres. Atribulado, cansado, enfermo, uno de tantos, pero capaz incluso de intentar entender el misterio de su propia identidad; dispuesto a trascender los propios límites y afrontar, con todas sus benditas y terribles consecuencias, la aventura de existir, por breve que esta pudiera ser ya. Lo que me aprestaba a iniciar pondría en evidencia mi extrema fragilidad, pero también mi potencialidad para entregarme a la vida sin reservas. A través de ese encuentro y lo que simbolizaba iba a penetrar en un nuevo territorio, un país misterioso cuya proximidad me anticipaba ya la sutil evidencia con que desde lo invisible muestra su pujanza lo eterno.

 

Fragmento de Saludo al sol http://www.amazon.es/dp/ASIN/B009MOEQ0U

Encuentro entre corazón y cerebro 3.

Tu corazón, sentimental al fin y al cabo, se siente conmocionado. ¡Él mismo sujeto de la emoción y no sólo su detector o amplificador! Es la primera vez que tu cerebro le habla y que él responde. El reconocimiento lo llena de satisfacción; eso lo convierte en su igual y le da una nueva motivación, ‘motivos personales’, para esforzarse y cumplir con su propósito, además de los puramente deterministas de ser un corazón y latir porque sí, porque la evolución, la fisiología y un programa genético lo han decidido de esta forma.

—También yo —asegura, conteniendo a duras penas su euforia— entre latido y latido, he comenzado a presentir tu presencia de otra forma. Sabía que estabas ahí, ¿cómo no saberlo? El que piensa en la distancia, el que condiciona nuestras funciones y toma las decisiones… Pero siempre parecías ausente y ocupado en los asuntos de fuera. Pensar debe ser eso, según creo, convertir los estímulos del exterior en materia interior, entender el mundo, influir en él tal vez, o desear hacerlo. ¿No te parece?

Esa reflexión halaga y a la vez impresiona al cerebro. A pesar de todos sus buenos propósitos se siente henchido de orgullo por el reconocimiento recibido, pero la lucidez del corazón lo desarma. Empieza a sentir admiración sincera por ese compañero incansable que en la oscuridad de su estancia no sólo hace un trabajo imprescindible, sino que careciendo de ojos, de oídos, de lengua, da muestras de tales signos de clarividencia.

—Sí, sí a todo ­—replica, retórico impenitente, el cerebro tratando de devolver al corazón toda la simpatía que éste le suscita—. Es evidente que te he subestimado. Pensar es exactamente eso, querido compañero, mirar hacia fuera y ver hacia dentro, pero sólo desde hace muy poco he comenzado a mirar y a pensar hacia dentro, tal vez también a querer influir. O a desearlo, así que tal vez he pensado mucho menos de lo que creía. Aunque hay más formas de pensamiento que las introspectivas, o al menos una preponderante en las relaciones entre individuos, y esa es el pensamiento lógico. Lo que he empezado a comprender desde hace muy poco es que ese pensar hacia dentro no es sólo preocupación por la salud o la seguridad, ni ansiedad por el dolor que podemos llegar a recibir. Se trata más bien de una toma de conciencia, de cómo sé que soy, de qué significa ser cuando miras hacia dentro y luego miras hacia fuera… Ha sido en ese cruce de miradas dentro/fuera cuando te he encontrado.

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Cómo comenzar una novela.

Tratando de sorprender pero también de centrar el tema llevando el agua a tu molino. Así lo hice yo en Saludo al sol, por si le sirve a alguien: Ulises se da cuenta de algo asombrosamente obvio y cotidiano. Está vivo. Evidente. ¿Qué es lo sorprendente entonces? Que lo obvio no lo es tanto, que aceptamos como normal algo que es absolutamente maravilloso, porque nuestros despertares están contados… Y darse cuenta de ello es una autentica revelación. No dejes pasar la oportunidad de saborear el reencuentro con la vigilia tras el sueño, tras un sueño de tantos años… Así es la vida. Hay que sacarle partido a cada segundo desde el amanecer siendo consciente. Aquí siguen los primeros párrafos… Dos voces, la suya propia y otra que parece hablarle a él, y luego será la voz de su maestro… Espero que te guste. Dímelo si es así…

Ulises despierta y recuerda a Marion

Me di cuenta de que estaba vivo nada más despertar, aunque por momentos creí que todavía soñaba. Te urge, Ulises, lo sabes, lo revelador no es estar vivo, sino sentirlo con esta fuerza incontenible, turbadora, perentoria… Y no, no estás soñando.

No fueron los oídos o los pulmones los que me alertaron, ni el rítmico mensaje del corazón, ni siquiera el destello de la primera conexión sináptica del día… Piensas, luego existes. Parece sencillo. No lo es tanto: El recurso del método cartesiano es poco útil en tu actual estado de lúcida ensoñación. Los procesos fisiológicos habituales no eran la causa, sino el efecto. Yo podía activarlos uno a uno, como si manejara un cuadro de luces capaz de iluminar el gran escenario del mundo.

Tomas conciencia de tu respiración y tus latidos, de tu cuerpo, tus capacidades y tus pensamientos. Mezclados el desmedido anhelo de la vida y la incierta noticia de la muerte, de nuevo, por segunda vez en unas pocas horas. Significativo que una de las acciones a las que antes te sientes impulsado sea sentarte a relatar las peripecias de tu recién concluido viaje. Ahí, en el viaje, están las claves de lo que te está sucediendo.

Inspiré profundamente, pero el aire no llegó a producirme la satisfacción esperada. Podía hacerlo mejor. ¡Sabía hacerlo mejor! Cada mañana al despertar me había encontrado inadvertidamente con la vida tras las habituales reacciones psicosomáticas y había respirado según las normas básicas de supervivencia, de forma automática e inadvertida. Hoy es bien diferente: Se trata de tu capacidad para ser y saber que estás vivo. Es el amanecer de un nuevo comienzo. Escuchas… esta voz…, que te habla desde el otro lado del silencio…, luego existes.

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El sentido de todo: Silencio y meditación

Prefacio a Saludo al sol (Novela).

Te advierto, hipotético lector, que esta novela es una contradicción en sí misma, pues la mayoría de las situaciones y sentimientos descritos en ella sólo pueden ser plenamente experimentados a través del silencio y la meditación. Utilizar palabras con tal intención es la primera de las numerosas paradojas que registran sus páginas.

Sirva de atenuante que me acuciaba la necesidad del relato. No he tenido otra opción: igual que los alpinistas escalan una montaña simplemente porque está ahí, yo me he encontrado en mitad del camino con una gozosa experiencia que necesitaba explicación y reclamaba ser transmitida.

Una novela. Ficción. La música habría sido tal vez más adecuada, si se hubiera contado entre mis habilidades. Los raga, el contrabajo, el harmonio, el didgeridoo,… De hecho, el sonido diverso del mundo es también parte del argumento. A través de su evocación frecuente he vislumbrado sensaciones que no podía iluminar sólo con palabras.

Palabras para explicarlo todo. Tanto y tan poco… Pero tanto como para descubrir que si al escribirlas, pronunciarlas, leerlas o escucharlas, las dejas respirar y moverse con toda su carga de poesía, sentido y revelación, como un asana de yoga, como el «Saludo al sol», son capaces de conectar con una realidad diferente, una superrealidad literal donde recrear las emociones y el espíritu de un viaje tan personal como el aquí referido. Ojalá que lo identifiques con tu propio viaje y que esa conexión se produzca también con tu propio espíritu.

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Cita

Citas que me expresan (Saludo al sol)

“The most beautiful and deepest experience a man can have is the sense of the mysterious”.(How I see the world. Albert Einstein).

“Consiste, pues, la perfección de las cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que por esta manera, (…), se abrace y eslabone toda esta máquina del universo, y se reduzca a unidad la muchedumbre de sus diferencias”. (De los nombres de Cristo. Fray Luis de León).

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”.  (Walden. Henry David Thoreau).

“Tom…¿Saben todos en el mundo…que están vivos? (El vino del estío. Ray Bradbury).

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Inicio de Saludo al sol: Ulises despierta y recuerda a Marion

Me di cuenta de que estaba vivo nada más despertar, aunque por momentos creí que todavía soñaba. Te urge, Ulises, lo sabes, lo revelador no es estar vivo, sino sentirlo con esta fuerza incontenible, turbadora, perentoria… Y no, no estás soñando.

No fueron los oídos o los pulmones los que me alertaron, ni el rítmico mensaje del corazón, ni siquiera el destello de la primera conexión sináptica del día… Piensas, luego existes. Parece sencillo. No lo es tanto: El recurso del método cartesiano es poco útil en tu actual estado de lúcida ensoñación. Los procesos fisiológicos habituales no eran la causa, sino el efecto. Yo podía activarlos uno a uno, como si manejara un cuadro de luces capaz de iluminar el gran escenario del mundo.

Tomas conciencia de tu respiración y tus latidos, de tu cuerpo, tus capacidades y tus pensamientos. Mezclados el desmedido anhelo de la vida y la incierta noticia de la muerte, de nuevo, por segunda vez en unas pocas horas. Significativo que una de las acciones a la que antes te sientes impulsado sea sentarte a relatar las peripecias de tu recién concluido viaje. Ahí, en el viaje, están las claves de lo que te está sucediendo.

Inspiré profundamente, pero el aire no llegó a producirme la satisfacción esperada. Podía hacerlo mejor. ¡Sabía hacerlo mejor! Cada mañana al despertar me había encontrado inadvertidamente con la vida tras las habituales reacciones psicosomáticas y había respirado según las normas básicas de supervivencia, de forma automática e inadvertida. Hoy es bien diferente: Se trata de tu capacidad para ser y saber que estás vivo. Es el amanecer de un nuevo comienzo. Escuchas… esta voz…, que te habla desde el otro lado del silencio…, luego existes. (1)

Me llevaría una buena parte del día describir aquella sensación de una manera fiel. Me costaron especialmente los matices que modificaban la acepción primera de la proposición aparecida en mi mente nada más despertar. Porque, ¿qué era de verdad ‘darse cuenta’?, ¿cuál era esa otra forma de ‘estar vivo’? Tal vez fuera una cuestión de matices, pero se trataba de matices trascendentes. Comprenderlo del todo, sospeché, me ocuparía el resto de mi existencia.

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