Argumento de Saludo al sol

En los pocos minutos que dura el ejercicio de yoga que da título a la novela, Ulises realiza un viaje que lo cambiará para siempre. Irá en busca de la paz, de la libertad, del sentido, con su cuerpo como puerto de salida y arribada. Tres mundos, el real, el de los sueños, el de los pensamientos: infinitas rutas para los encuentros. Cuerpo, tierra, espíritu, serán las dimensiones en las que se desarrolle una aventura a través del misterio y el asombro de la vida.

Ulises ha encontrado en el yoga alivio a la pérdida de Marion y a la expectativa de una amenazante enfermedad. Pero un día durante el saludo al sol que dirige Elid, un respetado maestro, experimenta vivencias que le hacen ver más allá y escuchar con claridad lo inaudible. Hará un gran viaje persiguiendo la luz, a desterrar su culpa, su desesperanza, su temor…

Una voz de incógnito origen lo acompañará mezclándose con los sonidos del mundo. Contarán los dos, relatarán la voz y él, indistintamente, con sus respectivos puntos de vista. En una cala de la isla de Menorca pasa la noche previa al solsticio de verano. Cuando amanece inicia un saludo al sol. Dentro y fuera, desde el silencio, todo se expresa con claridad. Escucha: Sus ojos, músculos, manos, órganos,… Y el aire, el mar, las estrellas que se apagan, la percepción de cada estímulo… El mundo abierto, la vida exuberante, el extenso tiempo, el lento espacio. Lo que deleita y lo que hiere. Lo físico… y lo metafísico.

Algo fascinante sucede nuevamente. Sin abandonar la playa se echa al mar convertido él mismo en una nave. Se queda en la orilla y se aleja. Al mismo tiempo, pero no en el mismo tiempo, rastreando su interior y explorando el mundo; una nueva Odisea lo ha de llevar por mares mucho más remotos que los navegados por el héroe homérico: A través del agua, del aire, de la luz, impulsado por el viento o volando con él, dará la vuelta completa a la esfera terrestre sin perder de vista la guía de la estrella diurna, hasta regresar al lugar del que nunca se fue, justo en el ocaso de la siguiente jornada.

Cada movimiento del saludo al sol, atento e intencionado, será la etapa de un periplo lleno de encuentros y sucesos en cualquiera de las dimensiones que transite: un marino enigmático que busca merecer la vida, un anciano alpinista perseguido por la montaña, un niño, él mismo, Ulises el Joven, del que recibe y al que da imposibles consejos, sus propios corazón y cerebro, que se encuentran por primera vez, y se hablan fraternalmente, sus antepasados desaparecidos, todos ellos hasta el primero, junto a los que entona su propio obituario, la tierra como gozosa amante, tan cercana y a la vez difícil de encontrar, un nuevo salto evolutivo para el sapiens, un paraíso del conocimiento, una prisión paradisíaca, un nuevo mundo naciendo de una mirada… Continentes, mares, cielos, archipiélagos conocidos o no… Geografía, fisiología, sentimientos, espíritu,… todo uno, todos parte de lo mismo. Al final, y en el fondo de cada historia, encontrará lo esencial: el ser, la razón de ser, el momento presente como único patrón temporal, la conciencia de existir, el perdón de Marion y la aceptación del pasado, la paz…

La novela acerca sensaciones que los ‘buscadores de conciencia’ experimentan de forma silenciosa y privativa, sin embargo la imaginación prevalece en todo momento sobre cualquier otro objetivo o posibilidad. La palabra es lo que cuenta. Palabras. Tanto y tan poco… Pero tanto como para descubrir que si al escribirlas, pronunciarlas, leerlas o escucharlas, las dejas respirar y moverse con toda su carga de poesía, sentido y revelación, como un asana de yoga, como el saludo al sol, son capaces de conectar con una realidad diferente, una superrealidad literal donde recrear las emociones y el espíritu de un viaje tan personal como el aquí referido. Ojalá que el lector lo identifique con su propio viaje y que esa conexión se produzca también con su propio espíritu.

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