Archipiélago Naray 5 (fragmento de Saludo al sol de Leon Alair)

Era evidente que ‘el centro de transmisiones’ no podía estar sólo en nuestras buenas intenciones, en nuestra lengua y en nuestras facultades intelectuales, como a priori y por lógica sería dado creer. La mente es frágil, olvidadiza, mortal. Debía ser un lugar más estable, más arraigado todavía que las más profundas creencias y convicciones. Nuestra unánime determinación fue alentada y pastoreada por A´Maray. Junto a ella comenzamos un viaje hacia el interior de nosotros mismos. Tan adentro que siguiendo sin detenernos en aquella dirección sólo podíamos ir hacia el origen de nuestro propio legado, precisamente a nuestro ADN, el centro de nuestra capacidad para transmitir patrones hereditarios a nuestra progenie y el mecanismo principal de la inteligencia de la vida. No era una metáfora: podíamos sentirlo en nuestra carne, tan adentro que nuestra energía, nuestro sentido de misión, nuestro compromiso moral con el presente y el futuro del hombre y de los seres vivos se integraría en alguno de los miles de millones de pares de bases que incorpora el genoma nuclear de un individuo de nuestra especie.

—No tenéis tanto un destino que perseguir como una posibilidad fascinante que realizar—nos alentó—. Esa posibilidad se está cumpliendo ya en cada segundo consciente de vuestras vidas en el cuál, asumiendo vuestro compromiso, mantenéis viva la esperanza inicial no enunciada. Su proyección en el tiempo puede dar lugar a logros inimaginables, a mundos de los que todos los que ahora sois protagonistas de esta historia seréis también parte inseparable.

Oímos hablar a Penélope en ese momento, preguntando o afirmando y siendo respondida o interpelada, aunque sus palabras no interrumpían el discurso de A´Maray que seguía llegándonos con claridad y haciéndonos ver la importancia de esa enérgica intervención que ya estábamos llevando a cabo en nuestro interior

—¿Nos ofreces el paraíso si conseguimos mantener viva esa esperanza? —preguntamos usando la voz de mi esposa nuevamente al unísono. ­

—Os hablo de una posibilidad…

Hubo un momento de desconcierto en el grupo. Penélope pareció esperar indicaciones del mecanismo de respuesta colectivo del cuál se había hecho portavoz pero como éste parecía no reaccionar, o no hacerlo al menos con suficiente claridad, volvió a tomar la palabra por propia iniciativa esta vez e introdujo en el diálogo una nota de pragmatismo escéptico:

—¿Una esperanza para la vida, para la humanidad, para el gran proyecto inconcluso de la creación? ¿Y si fracasamos?

ADN

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Archipiélago Naray 2 (fragmento de Saludo al sol de Leon Alair)

De nuevo volvió a cambiar su gesto y su tono de voz. Sonaba ahora ahogada por un dolor insoportable. Era la voz de un ángel terrible que rozaba los límites de una cólera contenida:

—No debéis seguir forzando los secretos del azar con las herramientas de la ciencia porque vuestros monstruos os convertirán en monstruos. —En su papel de ángel mensajero, parecía estar enumerando los nuevos mandamientos de la ley de la vida, dictándolos como si fuera la norma de conducta vigente a partir de ese momento, la que habría de regular el comportamiento de los hombres nuevos, llamados a habitar la nueva tierra—. No podéis seguir poniendo en la codicia y el poder el móvil de vuestras actuaciones, sin tener en cuenta las consecuencias y los riesgos. Modificar la evolución a voluntad interfiriendo sistemáticamente en las leyes de la selección natural, es un atrevimiento sin precedentes. Ser la especie hegemónica no os da derechos sobre las demás, sino deberes y compromisos. Debéis velar por todas las formas de vida y especialmente por la vuestra, porque sois la única criatura del universo capaz de llevar en su interior el tesoro de la compasión. El amor, el altruismo, la compasión, deben realizarse en esa conquista. Pero no es esa la única razón. Hay un equilibrio que no es sólo biológico y medioambiental.

Se detuvo y esperó que nos preguntásemos en qué consistía ese equilibrio. Lo hicimos. Nos habría entristecido no saberlo o al menos no intuirlo, pero estábamos en el camino de sacar nuestras propias conclusiones y cuando prosiguió con su mensaje nos produjo una especie de melancólica satisfacción comprobar que estábamos en lo cierto. Aun así no pudimos evitar sentirnos cómplices y responsables de la injusticia.

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Archipiélago Naray 1 (fragmento de Saludo al sol de Leon Alair)

Un reflejo de la ira de Dios, sólo contenida por el amor, podía advertirse en el gesto del ángel A´Maray. Veíamos su figura y escuchábamos sus palabras equiparables a los gestos y las voces de los humanos, pero era más el lenguaje de las fuerzas de la naturaleza lo que parecía alcanzarnos, mojarnos como un diluvio, deslumbrarnos como un rayo, sofocarnos como un huracán.

—La evolución es un proceso lleno de sorpresas y paradojas —advirtió elevando su dedo índice de forma amenazadora—, sin un diseño aparente, sin un propósito. No existen reglas fijas, intenciones, ni predicciones de éxito. Los individuos que se adaptan mejor al medio, continuamente cambiante por definición, tienen más probabilidades de sobrevivir y por tanto de transmitir su herencia. La ruleta de las mutaciones permite la variedad, en una continua pugna entre la conservación y el cambio. Millones de experimentos fracasados son necesarios para que unos cuantos sean viables, dando lugar a nuevas especies. Azar. Necesidad. Muchos de los mecanismos que intervienen en esta dinámica siguen siendo un completo misterio. Las leyes de la herencia han sido claramente establecidas por la ciencia, pero os aseguro que sus consecuencias prácticas a largo plazo son todavía imprevisibles. El proceso de creación que es la decantación evolutiva, está todavía en marcha. No ha sido dicha la última palabra.

A´Maray nos había convocado porque éramos parte de la solución pero hasta ahora sólo nos había presentado como parte del problema. Esperábamos ansiosos ese momento, mientras se dirigía a nosotros de forma amistosa y severa a la vez. Parecía compadecernos más que culpabilizarnos por nuestros errores…

—En el pasado hicisteis uso de un derecho legítimo a elegir vuestro destino buscando mejoras convenientes para la satisfacción de necesidades vitales, sobre todo en momentos críticos de vuestro viaje sobre la faz de la tierra. Gracias a vuestra inteligencia, a vuestra capacidad para utilizar la libertad y a vuestro instinto social fuisteis capaces de aprender y transmitir lo aprendido de una forma productiva. Pero no es lo mismo domesticar animales o seleccionar plantas adecuadas para la alimentación que arrasar ecosistemas enteros o ensayar alteraciones genéticas en laboratorios.

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El vino del estío (Para Ray, con absoluta admiración)

Donde digo caléndula crece un pedacito de verano
y una hormiga simbólica corre transportando su grano de trigo,
¡el presente absoluto!,
la sutil evidencia con que desde lo invisible
muestra su pujanza lo eterno…
Bradbury Douglas Spaulding duerme bajo un manzano.
Leon Alair
(Dedicado a la novela El vino del estío, de Ray Bradbury)